lunes, 26 de noviembre de 2007

ESTUDIAN EN LA UNAM MECANISMOS DE LAS TORTUGAS PARA ESTABLECER SU UBICACIÓN GEOGRÁFICA


· Gabriel Gutiérrez Ospina, del Instituto de Investigaciones Biomédicas, expuso que buscan la vía sensorial capaz de censar modificaciones en el campo magnético terrestre y anomalías magnéticas locales

· Por este procedimiento regresan a los sitios donde nacieron, décadas después, para reproducirse y poner sus huevos, dijo

· El enigma de cómo lo logran está siendo cifrado por un equipo de investigadores universitarios

Científicos de la UNAM y de la Universidad Michoacana intentan demostrar que las tortugas marinas son capaces de generar mapas cognoscitivos espaciales que les permiten determinar su ubicación geográfica en el mar y regresar a la playa donde nacieron, a fin de desovar.

Esto aparentemente lo logran, utilizando claves magnéticas derivadas del campo magnético terrestre y de anomalías magnéticas locales ubicadas en la corteza terrestre cercanas a las playas natales y de desove. Así, el grupo de investigadores busca establecer la existencia de una vía sensorial capaz de censar modificaciones en la inclinación e intensidad del campo magnético terrestre.

Esto informó Gabriel Gutiérrez Ospina, del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBm), quien colabora en este proyecto con un equipo multidisciplinario conformado también por los grupos encabezados por Jaime Urrutia Fucugauchi, del Instituto de Geofísica de la propia UNAM, y por Alma Lilia Fuentes Farías, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

El científico dijo que como parte de este trabajo se ha identificado material magnético conocido como magnetita en la cabeza de las tortugas. “Sí existe, y es la primera vez que se reporta su presencia en la tortuga”. Al cambiar su posición relativa la magnetita, se postula, abre canales iónicos en las células receptoras, lo que pone en marcha el mecanismo electroquímico de transducción de la información magnética en el sistema nervioso.

El universitario recordó que los quelonios tienen una alta fidelidad por las playas natales y regresan a ellos después de 30 o 50 años para reproducirse y poner sus huevos. Esta circunstancia se ha convertido en un enigma pues es difícil imaginar cómo un recién nacido traza su trayecto hacia el océano para volver décadas después.

Se ha propuesto que esos reptiles marinos tienen un “sistema” que siente el campo magnético, gracias al cual crean registros que les permiten ubicarse geográficamente. Esta idea, sin embargo, no ha sido a la fecha demostrada. “El trabajo está orientado a tratar de detectar esa vía sensorial, qué neuronas la conforman, qué tipo de receptores ‘transforman’ la información magnética en estímulos electroquímicos y dónde se ubican”, detalló.

Para ello, el equipo utiliza crías de tortuga negra (Chelonia agassizi) por su altísima fidelidad a su playa de nacimiento. Sus zonas de desove masivo son dos: las islas Galápagos, en Ecuador, y las playas de Colola y Maruata, Michoacán.

Al parecer, las islas Galápagos fueron segmentos de continente incrustados en la costa michoacana, pero debido al desplazamiento de las placas tectónicas, las regiones se separaron y las islas se derivaron hasta alcanzar Sudamérica; un grupo de esos quelonios las habría seguido hasta allá. Eso explicaría la existencia de dos poblaciones y los sitios de ovoposición.

Gutiérrez Ospina expuso que el proyecto está dividido en tres partes: una geofísica, para establecer las propiedades geomagnéticas de la zona de desove, “porque pensamos que las tortugas pudieran utilizar el magnetismo local como claves de identificación (como códigos postales) para localizar con gran precisión las playas”.

Al respecto se ha ubicado una montaña enriquecida en material ferromagnético, el cerro llamado Centinela, que nutre a Maruata de magnetita y que se propone sirven como un “faro” que atrae a las tortugas. También se ha mostrado que las tortugas desovan en zonas de la playa que poseen un mayor contenido en magnetita.

La segunda parte del estudio se enfoca a la caracterización de los magnetorreceptores y de su mecanismo de transducción de señales, es decir, cómo las tortugas detectan los cambios en los parámetros del campo magnético terrestre en primera instancia. Las observaciones logradas sugieren la presencia de magnetita tanto en neuronas de la retina, como en células de la mucosa olfatoria, por lo que los investigadores piensan que tanto los ojos como la nariz podrían fungir como órganos magnetorreceptores.

La tercera fase intenta establecer la existencia de vías neurales magnetoceptivas. Para ello, se someten a los animales a estímulos o distorsiones magnéticos, para posteriormente precisar mediante estudios histológicos en dónde se ubican los grupos de neuronas que responden a ellos, refirió.

Fuente: Universidad Nacional Autónoma de México (Boletín UNAM-DGCS-714)

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