martes, 4 de diciembre de 2007

ESTUDIAN EN LA UNAM COMBINACIÓN DE FERTILIZANTES PARA FORTALECER LA AGRICULTURA


· Mezclar sustancias biológicas y químicas es viable en términos económicos y ecológicos, indicó María de Jesús Mestiza, de la Facultad de Economía

· Realizó un estudio en comunidades de Puebla, donde confirmó que ese procedimiento incrementa las toneladas de maíz por hectárea

· México requiere una política de sustitución de insumos para incrementar la productividad, mejorar las condiciones de suelo y ser viable en lo financiero, advirtió

María de Jesús Mestiza Rojas, de la Facultad de Economía (FE) de la UNAM, comprobó –luego de un estudio en los valles altos de Puebla, tierras de baja fertilidad en producción de temporal– que la combinación de fertilizantes biológicos e industriales incrementa las toneladas de maíz por hectárea, al pasar de 1.5 en promedio a 3.5 con esta innovación.

Su interés fue advertir las posibilidades de estos productores de ser reconocidos e impulsados por las políticas públicas, no sólo porque mantienen un elevado nivel de obtención de ese grano y bajo ciertas condiciones puedan incrementarlo, sino porque implican beneficios ambientales y disminución de costos de hasta 35 por ciento.

Ello es importante, pues en México sólo 0.2 por ciento de la superficie cultivable total se utiliza para los productos orgánicos. En cambio, en otras naciones, sobre todo europeas, es de entre 15 y 20 por ciento, aclaró.

El biofertilizante permite desarrollar el mismo nivel que con los químicos. Esto es importante, porque tanto para agricultores como autoridades del sector, la única opción de incrementar la productividad en el campo es el aumento de elementos sintetizados, que por su alto precio no pueden ser adoptados por los más pobres.

María de Jesús Mestiza indicó que en términos ambientales lo idóneo sería dejar de utilizar fertilizantes industriales. Pero cuando no es posible, el biológico permite reducir la dosis, lo que disminuye costos y posibilita obtener los mismos rendimientos.

Señaló que ésta es una opción viable en términos económicos y ecológicos, pues los productores agrícolas son agentes que toman decisiones, y en función de sus ingresos cada ciclo de siembra deciden aplicar un biofertilizante o comprar menor cantidad de químicos, y con ello, arriesgarse a tener menores cosechas.

La integrante del Centro de Estudios China-México de esa entidad consideró que esta posibilidad de cambio tecnológico facilita a los agricultores disminuir costos.

Detalló que esta alternativa tiene amplias perspectivas si se toma como directriz, pues México requiere una política de sustitución de insumos con capacidad probada para incrementar la productividad, mejorar las condiciones de suelo y ser viable en lo financiero, porque este mercado es abrumador.

“Pareciera que la agricultura orgánica es la única opción para la conservación de los recursos naturales. No obstante, esta actividad puede ser limitante. Si bien tiene amplios beneficios para el suelo y el ambiente en general, en términos económicos hay una parte reducida de productores que pueden acceder a ella”, opinó.

Ello se debe a que son nichos especializados, que tienden a regirse por reglas de certificación. Los cultivadores pueden acercarse a esa normatividad porque no tienen dinero para utilizar químicos, asumen ciertas normas y entran al proceso, pero tiene un costo, y cuando no tienen capacidad salen del mercado y el beneficio desaparece, advirtió.

Comentó que en el país se tiende hacia la generación sustentable. El bajo poder adquisitivo y la mínima capacidad en terrenos de temporal y maíz en especial, hacen que no puedan usar la misma cantidad de químicos todo el tiempo.

Las prácticas tradicionales de uso de compostas y de los mismos residuos vegetales del cultivo, han estado presentes desde hace mucho tiempo; es decir, refirió, puede haber una combinación entre insumos biológicos e industrializados, como se desprende del estudio de esta innovación producida en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

María de Jesús Mestiza informó que en los últimos 20 años ha habido una reducción importante del uso de fertilizantes en el país, sobre todo por el desmantelamiento de la empresa estatal de producción. Empero, para tener una producción orgánica certificada y un precio mayor en el mercado es indispensable dejar descansar la tierra, lo que puede representar pérdidas económicas. Si bien esta opción es viable para el ambiente, en el corto y mediano plazos puede no serlo en términos monetarios.

Recordó que, por ejemplo, la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación tiene un programa de subsidio al precio del amoniaco, un fertilizante químico utilizado en el norte del país hecho a base de gas natural.

Empero, resaltó, la instrumentación de una política pública adecuada permitiría ahorrar hasta 70 por ciento de los recursos utilizados en ese plan. El precio del biofertilizante es de 50 pesos el kilo y con 300 gramos se puede trabajar una hectárea, y combinada con una baja dosis del químico convencional los rendimientos pueden incrementarse.

Es importante retomar las experiencias de nuevos productos en las decisiones gubernamentales, que pueden favorecer el incremento de la productividad y al mismo tiempo generar beneficios ambientales, concluyó.

Fuente: Universidad Nacional Autónoma de México (Boletín UNAM-DGCS-731)

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