viernes, 7 de marzo de 2008

PERSISTEN REZAGOS EN PARTICIPACIÓN POLÍTICA Y EN MATERIA DE VIOLENCIA HACIA LA MUJER


· Ello, a pesar de los avances registrados en años recientes, aseguraron académicas de la UNAM

· El trabajo doméstico no remunerado representa poco más del 22.7 por ciento del PIB, destacó la académica de la Facultad de Economía, Jennifer Cooper

· Hilda Rodríguez, del PUEG, dijo que en México se percibe una situación de cambio y transformaciones en este sector

· Si se compara el avance en su incorporación a los estudios superiores y al mercado laboral, apuntó, su integración política no ha sido de la misma forma; hay un rezago

A pesar de que los años recientes han sido de avances en materia laboral y profesional para la mujer mexicana, aún persisten serios rezagos en áreas como la participación política y en la violencia de género; además, el trabajo doméstico no es reconocido en su justa dimensión, aseguraron académicas de la UNAM.

El aumento en la existencia, los mayores niveles de escolaridad, la disminución de las tasas globales de fecundidad y el alargamiento de la vida económicamente activa, añadieron, son algunos indicadores que han contribuido a despertar en las mujeres el interés por desarrollar una actividad productiva, como parte de la autonomía y de un proyecto personal.

Al respecto, la académica de la Facultad de Economía (FE), Jennifer Cooper Tory, destacó que de acuerdo con la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo (ENUT), el trabajo doméstico no remunerado representa poco más del 22.7 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) nacional.

Aunque no se contabiliza de manera oficial, “sí cuenta para el desarrollo del país”, y genera un porcentaje similar al de otras actividades también primordiales como las manufacturas, el comercio, los restaurantes y los hoteles o los servicios comunales y profesionales, sostuvo.

Esa tarea debe reivindicarse, porque es imprescindible para que el resto de la economía funcione, puntualizó la coordinadora de la especialidad El Género en la Economía de esa entidad.

También ha habido un incremento importante en la participación del sector femenino como fuerza de trabajo, pues en la actualidad representa el 40 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA). “Es la verdadera revolución del siglo”. El hecho de que la mujer deba laborar y quiera hacerlo fuera de su casa modifica las relaciones de género, apuntó.

Datos oficiales revelan que desde 1975, la PEA femenina ha ido en aumento de manera paulatina, debido a que pueden ser empleadas en condiciones más precarias, con salarios más bajos, flexibilización en los contratos y menos prestaciones. Pero la mayoría está en el sector informal, y en condiciones inestables.

Según cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), en el último trimestre de 2007, la población de 14 años y más disponible para producir bienes y servicios en el país ascendió a 45.6 millones. De ellos, 79 de cada 100 hombres son económicamente activos, mientras que para ellas la relación es de 43 de cada 100.

Asimismo, se estima que en el territorio poco más de seis de cada diez pesos que ingresan a los hogares provienen de la actividad laboral femenina, según el Consejo Nacional de Población.

Pese a esta incorporación al mercado de trabajo, Cooper Tory indicó que las mujeres de la clase obrera viven una situación crítica por el aumento del desempleo y la migración de los hombres. Prueba de ello es que uno de cada cinco jefes de familia son mujeres.

En ese sentido, la coordinadora operativa del Proyecto Institucionalización de la Perspectiva de Género en la UNAM, Hilda Rodríguez Loredo, recalcó que en México se percibe un ambiente de cambio, de transformaciones y de gran interés hacia este sector.

Parte de estas modificaciones, agregó, se ven principalmente en el ámbito del empleo, como una de las características más notorias en las décadas recientes. No obstante, hay retrocesos en aspectos como la participación política femenina.

La integrante del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG), detalló que la violencia es quizá el problema más difícil y grave que viven las mexicanas. A pesar de la aprobación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, esa práctica es uno de los aspectos en donde el país no ha logrado avanzar con la rapidez que se requiere.

Así, según la Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones en los Hogares del INEGI, 47 de cada 100 mujeres de 15 años y más que conviven con su pareja en su domicilio sufren violencia emocional, económica, física o sexual por parte de su compañero. Nueve de cada 100 padecen agresión física, ocho sexual, mientras que 38 y 29 experimentan emocional o económica, respectivamente.

Además, de cada 100 que sólo tienen educación básica, 52 son objeto de maltrato por su compañero o esposo y 47, con al menos un hijo, sufre actos de violencia con su pareja. Cinco de cada diez que viven en unión libre son maltratadas y una de cada dos casadas sólo por lo civil o por la Iglesia padece esta situación.

Rodríguez Loredo asentó que si se compara el avance de la mujer en la incorporación a los estudios superiores y al mercado laboral, la integración política no ha sido de la misma forma; hay un rezago. Por ejemplo, las cámaras de Diputados y de Senadores están conformadas principalmente por hombres.

Si bien en años recientes se han ido incorporando al quehacer parlamentario y participado en diversas áreas, sobre todo sociales, en ámbitos como hacienda o economía, también de dominio masculino, no ha sucedido lo mismo, reveló.

Algo similar ha ocurrido en la educación, ya que carreras como las ingenierías y la economía siguen siendo de prevalencia masculina. Falta que el sector femenino se incorpore con mayor fuerza a ellas, de lo contrario, no tendrán la experiencia para asumir puestos de dirección en esos ámbitos.

De acuerdo con datos del libro Presencia de mujeres y hombres en la UNAM: una radiografía, en 2006 esta casa de estudios contaba con 304 mil 230 estudiantes, 153 mil 263 mujeres (50.4 por ciento) y 150 mil 967 hombres (49.6 por ciento), lo que refleja una participación equitativa por sexo.

En el bachillerato, la matrícula fue de 115 mil 899, de los que 57 mil 799 son mujeres (49.9 por ciento) y 58 mil 100 hombres (50.1 por ciento); en licenciatura, de 167 mil 584 estudiantes, 85 mil 966 son mujeres (51.3 por ciento), y en posgrado, de 20 mil 747 inscritos, nueve mil 498 son mujeres (45.8 por ciento) y 11 mil 249 son hombres (54.2 por ciento).

Las cifras, revela el documento, muestran simetría en la población en bachillerato y licenciatura, mientras que en el posgrado se abre una brecha de más de ocho puntos porcentuales a favor de los varones.

Asimismo, de las diez carreras más pobladas, cuatro se volvieron más femeninas (contaduría, médico cirujano, psicología y medicina veterinaria y zootecnia), dos aumentaron la presencia de mujeres, pero continuaron en su condición (arquitectura y economía), mientras que cuatro fueron menos femeninas (derecho, administración, cirujano dentista y química farmacéutica biológica).

En ese sentido, Hilda Rodríguez consideró necesario hacer un fuerte trabajo educativo en las escuelas, pero también en las familias, pues se siguen reproduciendo los roles tradicionales. La rápida llegada de la mujer al empleo no ha significado la incorporación de los hombres a las actividades domésticas, lo que provoca que ellas asuman casi de manera exclusiva ese tipo de responsabilidades.

Al respecto, Jennifer Cooper coincidió en que persisten áreas vedadas para este género, como las ingenierías, las ciencias duras, la física y otras, en las que se perciben mayores salarios y poder, es decir, mientras una mujer estudia para ser enfermera o trabajadora social no hay problema, porque esos son los roles tradicionales.

Se han registrado avances en la materia, pero a un costo elevado para ellas: dejar de tener hijos. En muchos países, tanto desarrollados como en vías de serlo, ya no quieren tener descendencia, lo que ya se conoce como la “huelga de la maternidad”, porque no es posible hacer ambas tareas, mientras que el Estado no ayuda a la reproducción de la fuerza de trabajo, especificó.

Hilda Rodríguez concluyó que en el ámbito legislativo los avances registrados en el país son notorios, se ha ido hacia delante en cuanto a reglamentos y leyes. “Sólo falta trabajar en el aspecto cultural, es decir, en promover una participación más equilibrada de la mujer en las áreas del conocimiento e impulsar el reconocimiento de sus derechos entre la sociedad”.

Créditos: Universidad Nacional Autónoma de México (www.unam.mx)

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