· Podría utilizarse también para la conservación de alimentos, explicó Achim Loske, del Centro de Física Aplicada y Tecnología Avanzada de la UNAM
· Los primeros resultados han sido presentados ante la comunidad científica internacional y publicados en revistas especializadas y de divulgación como New Scientist
· El efecto bactericida se ha estudiado en Escherichia coli y Listeria monocytogenes, causantes de infecciones intestinales y extra-intestinales severas, adelantó
Un equipo multidisciplinario de científicos de la UNAM desarrolla un novedoso método a escala internacional basado en ondas de choque, que podría ser útil no sólo para la conservación de alimentos, sino para tratar infecciones localizadas y persistentes, frecuentes en órganos como la vesícula biliar y la próstata.
Esas ondas –cuyo estudio es liderado por Achim Loske, del Centro de Física Aplicada y Tecnología Avanzada (CFATA), con sede en Juriquilla, Querétaro–, podrían funcionar como una técnica alternativa de tratamiento no térmico de comestibles. Pero va más allá, porque tendría un alto potencial médico para destruir bacterias dentro del organismo.
El científico recordó que en todo el mundo se buscan técnicas novedosas para eliminar microorganismos de diferentes productos, al tiempo que se aumenta su vida de anaquel.
Hasta ahora, se han usado métodos convencionales, como la pasteurización, consistente en aumentar la temperatura para inactivar a los gérmenes. No obstante, advirtió, con ese proceso se modifican las propiedades organolépticas –sabor, color u olor– e, incluso, nutricionales. Las ondas de choque, por el contrario, aparentemente no alteran el alimento, según han mostrado ensayos preliminares.
Asimismo, dijo, se ha desarrollado la metodología con la que podría ser posible la destrucción no invasiva de bacterias dentro del organismo sin administrar fármacos. Los primeros resultados han sido presentados ante la comunidad científica internacional y publicados en revistas especializadas y de divulgación como New Scientist.
Loske explicó que hay pacientes con infecciones a quienes se administran potentes antibióticos; no obstante, las bacterias pueden esconderse en órganos como los mencionados, poco irrigados por el torrente sanguíneo, por lo que el medicamento difícilmente surte efecto. Después de semanas o meses, el problema resurge y hay que recurrir a técnicas agresivas, como la cirugía de vesícula. De ahí, la importancia de la propuesta del CFATA.
Todos están familiarizados con estas ondas aunque no se les reconozca con ese nombre. “Cuando explota una bomba, lo que destruye los alrededores no sólo son los fragmentos del artefacto, sino la onda de choque o compresión que produce el estallido”, apuntó.
Cuando éstas pasan por el “medio”, ya sea agua, aire o tejido, se comprimen súbitamente y en una millonésima de segundo alcanzan hasta 200 veces la presión atmosférica; luego, regresan a su valor normal, detalló.
Es decir, abundó, se deposita mucha energía, en un tiempo extremadamente corto y en una zona muy pequeña para generar el equivalente a “explosiones” que produzcan ondas de choque.
Achim Loske y sus colaboradores –entre físicos, ingenieros, biólogos, químicos y médicos de la propia UNAM y las universidades Autónoma de Querétaro y de Guadalajara (UdeG)–, proponen un tipo de onda diferente, más nociva para las bacterias. “Se experimenta con ello y se han tenido resultados favorables en los últimos meses”, adelantó.
Tal innovación consiste en enviar, no una onda de choque, sino hacerlo en “parejas”. Ellas generan micro burbujas en el fluido del alimento o del órgano, que se expanden súbitamente y después se colapsan; al hacerlo, emiten los llamados “micro-jets”, una especie de chorros de líquido de alta velocidad, puntualizó.
Descubrieron que al enviar una segunda onda, llamada tándem, se aumenta la velocidad y energía de colapso de las burbujas, y se incrementa la velocidad y cantidad de micro-jets que se forman, refirió. En el laboratorio, in vitro, se demostró un mayor daño a las bacterias Escherichia coli y Listeria monocytogenes, causantes de infecciones intestinales y extra-intestinales severas, del aparato excretor, de la peritonitis y la septicemia, y en los abortos, la meningoencefalitis y la meningitis, respectivamente.
Con una “dosis” de ocho mil ondas de choque convencionales y de cuatro mil ondas tándem se reduce la cantidad de Listeria en 40 por ciento y de E. coli en 50. Es una cantidad importante sobre todo porque es el inicio; si se afinan parámetros se logrará un daño mayor, enfatizó. También se trabaja con Salmonella y Bacillus subtilis.
En alimentos, la afectación a los patógenos aún no es suficiente para aplicarlo a la industria. No obstante, las ondas tándem prometen ser un método alterno de conservación no térmico de alimentos. Además, se tendría la ventaja de que, para casos médicos, el costo respecto a una cirugía de vesícula sería menor.
Para la aplicación médica, pronto comenzarán los experimentos in vivo con animales pequeños en colaboración con el Hospital Sede de la UdeG. Luego, se aplicarían a cerdos, el mejor modelo para esta investigación, hasta llegar a humanos. Para la de comestibles, se espera presentar la técnica en el mediano plazo y establecer relación con alguna empresa interesada, concluyó.
Créditos: Universidad Nacional Autónoma de México (www.unam.mx)
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