· Nelia Elena Tello, de la ENTS de la UNAM, afirmó que sólo dos por ciento de las familias admite que sus hijos participan en grupos violentos en las secundarias
· El 60 por ciento de las familias aún están integradas por padre, madre e hijos, pero predomina la individualización; cada uno vive su violencia como actor particular, dijo
· En la conferencia Mirando de nuevo la violencia, la experta apuntó que hoy los adolescentes más conflictivos han optado por pagar a otro para agredir a otros compañeros
La violencia en la sociedad y en las escuelas secundarias se ha convertido en un instrumento de distanciamiento y fragmentación social, afirmó Nelia Elena Tello Peón, profesora de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.
Lejos de registrarse fenómenos que conduzcan a la cohesión entre la población, los actuales provocan aislamiento y rompimiento con los demás, agregó al dictar la conferencia Mirando de nuevo la violencia, dentro del Coloquio Internacional sobre Violencia Social, realizado en la misma entidad.
Tello Peón –quien ha trabajado este tema en planteles de ese nivel educativo del Distrito Federal–, destacó que según sus investigaciones, sólo dos por ciento de las familias con hijos jóvenes que reconocen el problema, admite que éstos participan en los grupos generadores de intimidación escolar.
El resto, no admite que sus vástagos son actores activos en estos episodios, es decir, precisó, hay una negación absoluta de aceptación del joven violento como miembro de una familia.
En el auditorio 8 de marzo de 1857 de la ENTS, detalló que en el Distrito Federal, 60 por ciento de las familias aún están integradas por el padre, la madre y los hijos. Empero, en estas estructuras predomina la individualización, y cada uno vive su violencia como actor particular y no interrelacionado.
Además, recalcó que en las escuelas falta confianza entre maestros y estudiantes, pues sólo 12 por ciento de los alumnos de ese nivel reconoce que si tuviera un fuerte problema se acercaría a comentarlo con su mentor. Por ello, es necesario reconstruir este vínculo.
La académica sostuvo que estos hechos comienzan a darse en el último ciclo escolar de secundaria, cuando los adolescentes más conflictivos ya no agreden a sus compañeros más débiles o indefensos, sino que han optado por pagarle a otro para que realice esa labor. Eso ocurre con hombres y mujeres; la cuota a veces sólo es simbólica.
Se suele utilizar la violencia como una forma de solución de conflictos, y no necesariamente contra el otro, sino a veces contra sí mismo, reprimiendo, no permitiéndose expresar y transgrediendo alguna norma. Es una relación cotidiana con los demás, “en modelos de dominio y sumisión suficientemente interiorizados”, dijo.
Tello acotó que el distanciamiento social se construye a partir del rechazo de la diferencia, aunque en el discurso dominante se hable de tolerancia. Lejos de establecer y posibilitar conductas de cooperación, se reproduce el individualismo: cada quien resuelve sus problemas, se aísla y se alimenta de temor.
En las escuelas, desafortunadamente, aún no se admite a quien tiene un problema físico o una capacidad diferente y se le señala; aunque en ocasiones esta actitud obedece a poseer una cualidad o característica por encima de lo normal; entonces empiezan a sufrir la agresión de los compañeros.
La especialista reveló que a raíz de sus estudios ha comenzado a trabajar para romper esas secuencias, a fin de que haya un cambio de comportamiento. “Un punto importante es reconocer todos aquellos procesos de violencia en los que está inserta la sociedad”, concluyó.
Fuente: Universidad Nacional Autónoma de México
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