· Erasto Reyes Guadalupe, de 18 años, ciego de nacimiento, cursa el primer año de la carrera de Sociología en la FCPyS
· Teresa Ortiz Muñiz, con debilidad visual, estudia el séptimo semestre de la licenciatura de Ingeniero Topógrafo y Geodesta en la Facultad de Ingeniería
· Las bibliotecas de esta casa de estudios tienen áreas especiales, para que –gracias a la tecnología– los discapacitados tengan acceso a materiales pedagógicos
El estudio los hermana. Son dos alumnos de la Universidad Nacional que, con capacidades diferentes, han logrado realizar el sueño de cursar estudios profesionales y sobresalir entre los más de 290 mil jóvenes universitarios con pluralidad de creencias, ideologías, formas de vida, posición socioeconómica y gustos musicales, literarios y deportivos.
Erasto Reyes Guadalupe, de 18 años, cursa el primer año de la carrera de Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS). Ciego de nacimiento, busca que su discapacidad no sea el obstáculo en su andar por la vida.
Por su parte, la estudiante del séptimo semestre de la licenciatura de Ingeniero Topógrafo y Geodesta en la Facultad de Ingeniería, Teresa Ortiz Muñiz, con debilidad visual, confesó ser víctima de discriminación. “La gente le tiene miedo a lo diferente”.
Ambos poseen distintos estilos de vida, gustos y miedos, y se enfrentan a la cotidianidad con una circunstancia distinta. También perciben de diferente manera su paso por la Universidad Nacional.
Erasto Reyes es egresado del Colegio de Ciencias y Humanidades, plantel Oriente. Vive en la colonia Cerro de la Estrella, en la delegación Iztapalapa, con su familia, integrada por la madre, Obdulia; el padre, Erasto, y su hermana mayor, Imelda, quien también es ciega.
El joven estudiante padece un aneurisma congénito leve, es decir, una dilatación localizada en una arteria o vena, ocasionada por una degeneración. Él la describe como la falta “de un cable que va de la parte de los ojos al cerebro; esa conexión no la tengo”.
El andar por el transporte público no es sencillo, pero “ya está casi dominado”, aseguró. Con hora y media de anticipación, tiempo que hace de su hogar a Ciudad Universitaria, sale de casa todas las mañanas. La ruta inicia en el metro en la estación Cerro de la Estrella, para de ahí transbordar a Chabacano.
Posteriormente, se dirige a la estación Centro Médico de la línea tres para finalmente llegar a CU. Aquí todo ya es más sencillo, “porque la gente te echa la mano y las personas del PumaBús son amables”, dijo.
Al instalarse en el salón, a eso de las nueve de la mañana, el deportista de alto rendimiento en natación se da cuenta que pasar de la educación media superior a la superior fue casi imperceptible, pero “ahora con mayor carga de trabajo”.
Se enfrenta a una constante: la lectura. En Sociología se requiere leer por lo menos unas 100 páginas por semana. “Es una actividad compleja, mas no imposible”.
Para este joven, el sistema braille es obsoleto por la cantidad de textos que le solicitan consultar; es otra problemática, pues se tardan alrededor de cinco días en imprimir un texto con estas características, de aproximadamente 50 páginas.
“Si tengo Historia Universal el lunes y me dejan leer y entregar un reporte el jueves, no podría usar ese método; la tecnología se ha incrementado para bien”, señaló.
Sonriente y con una expresión de satisfacción al enumerar los obstáculos, ve en los adelantos la herramienta para apoyar la entusiasta afición por la Sociología.
Al llegar a la Biblioteca Central se dirige al área de discapacitados, donde se localizan cuatro computadoras que, a primera vista, parecen iguales a todas, pero que cuentan con la versión 7.1 del programa Jaws.
Éste es un sistema parlante que con cualquier tecla indica a los jóvenes en esta circunstancia, la función que puede ejecutar. En el mismo, le son escaneados los libros que solicita, y ese texto, a su vez, pasa a un archivo para ser leído, siempre y cuando no esté rayado o con marcas.
Al escuchar las indicaciones que le da el interlocutor automático, a través de los audífonos, el universitario se siente satisfecho del trabajo realizado por la Universidad. “Este proyecto ha sido de gran ayuda”, indicó.
Por su parte, Erasto Reyes aspira a ser asesor político. Expuso que cualquier persona tiene la capacidad de calificar u orientar a legisladores, gobernadores y al mismo presidente, “si se tiene una formación académica suficiente. Siempre hay alguien detrás de los políticos, que les dice cómo actuar, no se mueven por sí solos”.
El atleta, con especialidad en nado de dorso, no espera tener consideraciones de los profesores o compañeros; se siente capaz de estar al nivel de las situaciones que deba enfrentar. “Con gente de mi generación platicábamos que nunca llegaríamos a tener igualdad total, pero sí a trabajar en situaciones similares”.
De tez morena clara, con cabello oscuro con un corte “moderno”, el sociólogo en ciernes enfatizó que nunca dejará de buscar el reconocimiento de la gente por las capacidades que posee, “mas no por las discapacidades.
“Te respetan porque eres ciego, pero si ello se quita ya no eres nada. Entonces, intento desmontar esa descripción, para ubicarlo en las facultades y logros”, subrayó.
Al considerarse el reflejo de su familia, recordó que con Imelda, su hermana y “gran figura” para él, sus padres aprendieron la lección. “Gracias a lo que mi hermana demostró ante la familia, tengo lo que tengo. Ella manifestó su temple y es lo que trato de mostrar todos los días y lo seguiré haciendo”.
En este punto, las historias de ambos universitarios se unen, pues la pasante de ingeniería, de 36 años, utiliza la misma herramienta, sólo que ella en la Biblioteca Nacional, en el área de Tiflología. La sala resulta de gran utilidad para todas las personas con alguna discapacidad, sobretodo para los ciegos, comentó.
Proclive a la lectura, destacó que el programa es bueno, pero en la profesión no le ayuda tanto como quisiera. “Son ecuaciones y gráficas, y eso no está incluido”.
La joven de cabello oscuro y lacio vive en la colonia Paulino Navarro, de la delegación Cuauhtémoc. Su familia también la conforman cuatro personas: la madre, Socorro; el padre, Roberto, y el hermano menor, del mismo nombre.
Le detectaron un glaucoma cuando cursaba el primer año de licenciatura. Acepta que fue difícil enfrentarlo, pues le ha ido disminuyendo la visión, pero indicó que nunca se dará por vencida.
“Con el glaucoma se reduce la visión hasta que se queda uno ciego. Actualmente veo un poco borroso, pero me puedo desplazar. No fue fácil, pero es cosa de acoplarse y acostumbrarse a moverse a través de las sombras. Al principio fue difícil, ahora ya no lo es tanto”, aclaró.
Tiene una visión del 35 por ciento, y ello le sirve para que el traslado y la vida sean lo más “normal” posible. “Me puedo desplazar fácilmente sin ayuda de ningún bastón”. Sin embargo, el verdadero reto es la exclusión; la repulsa de la gente se siente, afirmó.
“Las personas rechazan todo aquello que les es diferente, y eso es lo más difícil. Hay discriminación hacia las personas que tienen alguna discapacidad, sea física o motora”, refirió.
Luchadora por la vida, sabe que la enfermedad que padece es crónico-degenerativa, y aunque existen medicamentos para evitar la presión ocular, “que desgasta el nervio óptico, y causa que vaya disminuyendo la vista”, y cirugías que ayudan a disminuir el glaucoma, “éste es para siempre”.
No se concibe sin visión, siente que el mundo y la suerte están de su lado, que la ayudará a superar los estragos de la discapacidad. Se ve trabajando, casada, con “por lo menos un hijo” y haciendo otras cosas, dentro de sus posibilidades.
Sin pareja sentimental por el momento, asegura que oportunidades ha tenido, pero, aclaró, “tener a alguien en mi vida o integrarlo a ella, ahora no lo contemplo, pues mis prioridades son otras”.
Finalmente la estudiante de la FI advirtió que hace falta “crear un programa que ayude a estar al nivel, por lo menos de los otros jóvenes, tomar todas las materias y que permita desarrollo integral”.
Créditos: Universidad Nacional Autónoma de México (www.unam.mx)
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