martes, 28 de agosto de 2007

MESA REDONDA: BORGES 108

Viernes 24 de agosto Auditorio de la Casa del Escritor (5 oriente # 201 Centro Histórico) 18:00 horas. Mesa redonda: Borges 108.

En conmemoración del aniversario 108 del nacimiento de Jorge Luis Borges (Buenos Aires, Argentina 24 de agosto 1899 - Ginebra, Suiza 14 de junio de 1986).

Participan: José Carlos Blázquez, Sergio Lira, Fernando Morales Cruzado y Karla Avilés Gutiérrez.

Borges ha indicado que el verdadero comienzo de su producción narrativa se produjo entre 1933 y 1934, cuando publicó en un diario de Buenos Aires Los Relatos, después reunidos en el libro Historia universal de la infamia (1935). Así inauguró lo que él mismo ha caracterizado como el tiempo de su madurez literaria. A continuación una entrevista realizada por estudiantes del Colegio Nacional “Teodoro Sánchez de Bustamante” de Argentina que fue publicada en el Boletín de la Academia Argentina de las Letras:

Pregunta. Sr. Jorge Luis Borges: cuando Ud. era adolescente, ¿quiénes eran sus autores favoritos?

Respuesta. Bueno, yo creo que diría más o menos lo mismo que nombraría ahora: Stevenson, Kipling, Wallace; también he admirado a otros escritores que escribían novelas policiales. Pero a lo largo de la vida uno va descubriendo autores que, por sus diversos estilos, gustan a unos u otros. Además, en esta lista de autores figura también, entre mis favoritos, Arthur Schopenhauer, escritor que me ha impresionado mucho.

Una de mis felicidades es releer, como en otras épocas en que había pocos libros, los cuales eran leídos en profundidad. En cambio hoy, las numerosas obras surgidas a través del tiempo, multiplicadas por la diversidad de literatos, sumadas al comercio publicitario, dieron origen a que el lector se viera rodeado de obras que el tiempo no le permitirá leer tan detenidamente como se debe leer; porque para interpretar detenidamente una obra, debe releerse: así se tendrá una idea clara y definida de lo que el autor, con otras palabras, quiere expresar. Hay quienes sostienen que un libro puede tener una cantidad indefinida de sentidos, como ocurre con la Biblia. Aunque cada uno de nosotros lea ese mismo libro, siempre logra cambiar o modificar en algo un poco lo que se lee. Y sobre esto debo recordarles lo que Menéndez y Pelayo dice: «Si no se leyeran los versos con los ojos de la Historia, cuán pocos versos habrá que sobrevivan».

P. ¿ Cuál es la página que recuerda con más cariño de esas lecturas juveniles?

R. Sin duda alguna Stevenson fue, para mí, el autor preferido. Pero a todos, preferí siempre esa maravillosa obra de la literatura árabe tan ricamente elogiada en el tiempo: Las Mil y Una Noches. Tiene para mí, un valor extraordinario. Puedo decir que me pasaba leyéndola. El número de sus traducciones es asombroso; así, en español, figura una admirable versión de Las Mil y Una Noches, hecha por Rafael Cansinos Assens –la publica una editorial mexicana-. También otros libros llegaron, sin duda alguna, al fondo de mi alma. Puedo hablarle de las novelas de Gutiérrez, autor que me agradó mucho. Las fantasías de Julio Verne y las obras de Stevenson y Las Mil y Una Noches, son los mejores goces literarios que he practicado.

Estos libros han ejercido, posiblemente, cierta influencia sobre mí.

P. ¿ Cuál es la página que Ud. siente más suya?

R. Bueno, en eso vamos a suponer que Uds. Son muy generosos y me permiten dos páginas. Una de ellas se llama «El Sur». Creo que el mejor cuento mío podría ser ése. En verso, hay un poema que se llama «Límites». Este poema me parece que tiene valor: sobre todo cuando se vive, cuando hay cosas que estamos haciendo por última vez. Por ejemplo, cuando sin saberlo nos despedimos de alguien a quien ya no veremos más, porque a lo mejor ocurrirá que nosotros o él, morirá primero.

Hay lugares a los cuales uno no vuelve. Para mí, por ejemplo, en Buenos Aires hay esquinas que recorrí por última vez...; libros que no volveré a leer... Todo esto he volcado en estas obras, que son el fiel reflejo de un espejo que me aguarda en vano... Y así llegamos a un cuento, «El Sur», y vamos a llegar al poema «Límites», y a un ensayo, «La muralla y los libros», que es el caso muy curioso de un emperador que hace construir una gran muralla china y quemar todos los libros que se habían escrito hasta esa época, como para borrar el pasado.

Deseamos que Ud. regrese. Quisiéramos también, como argentinos, que Ud. recibiera el Premio Nobel de Literatura para el que está propuesto. Muchas gracias, Sr. Borges, por la entrevista concedida.

R. Mucho me gustaría; pero más bien lo dudo, porque lo viejo no vuelve. En cuanto al Premio Nobel, son Ustedes muy amables, pero no lo espero.....

“Me quedé mirando esa sencillez. Pensé, con seguridad en voz alta. Esto es lo mismo de hace treinta años... Conjeturé esa fecha, época reciente en otros países, pero ya remota en este cambiadizo lado del mundo. Tal vez cantaba un pájaro y sentí por él un cariño chico, de tamaño de pájaro; pero lo más seguro es que en ese ya vertiginoso silencio no hubo más ruido que el también intemporal de los grillos. El fácil pensamiento «Estoy en mil ochocientos y tantos» dejó de ser unas cuantas aproximativas palabras y se profundizó a realidad. Me sentí muerto, me sentí percibidor abstracto del mundo, indefinido temor imbuido de ciencia que es la mejor claridad de la metafísica. No creí, no, haber remontado las primitivas aguas del Tiempo, más bien me sospeché poseedor del sentido reticente o ausente de la inconcebible palabra «eternidad». Sólo después alcancé a definir esa imaginación”

Jorge Luis Borges, Nueva refutación del tiempo, Ed. Oportet & Haereses, Buenos Aires, 1947, p. 23.

Ir a: www.sabersinfinfin.com

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