- Afirmó en la UNAM el filósofo e intelectual francés Gilles Lipovetsky.
- Lo anterior a pesar de la reivindicación femenina para consolidar una identidad profesional, aseveró en el marco de la Cátedra Simone de Beauvoir
- El dominio económico y político sigue siendo una realidad masculina, señaló en la Facultad de Derecho.
Aún está lejos la época en donde se den las mismas oportunidades a mujeres y hombres para conquistar el poder. A pesar de la reivindicación femenina para consolidar una identidad profesional, el dominio económico y político sigue siendo una realidad masculina, aseguró en la UNAM el filósofo e intelectual francés Gilles Lipovetsky.
Durante la conferencia La metamorfosis de la identidad femenina, la cual ofreció en el marco de la Cátedra Simone de Beauvoir, Gilles Lipovetsky añadió que generalmente las mujeres piensan en proyectos profesionales menos ambiciosos que los varones.
Por ejemplo, dijo, se hicieron encuestas en las grandes escuelas de comercio donde se les preguntó a los y las jóvenes cómo se imaginaban en 10 años. La diferencia resultó grande. Ellas dicen ejecutivo promedio y ellos presidente de la empresa. Así, con todo y que contarán con el mismo nivel y los mismos diplomas, su proyección es distinta.
Esa reflexión, dijo, constituye para las mujeres un obstáculo psicológico –el cual no es absoluto– para llegar a los niveles últimos del poder. De hecho, no se puede separar esta distancia femenina en relación con el mando de una socialización del dominio privado, es decir, orientado hacia valores afectivos, indicó en el auditorio Ius Semper Loquitur de la Facultad de Derecho.
Hay una tendencia de ellas, expresó, a ser refractarias al control; se desvían de esa búsqueda del poder por el poder. Están menos preparadas socialmente a afirmarse en la confrontación y la rivalidad con los demás. No quieren ganar por ganar, y menos probar su superioridad en ese plano. Así que por ahora, “todavía no sé por cuánto tiempo” la conquista del poder es menos identitaria que para los hombres.
El autor de La tercera mujer añadió que las responsabilidades familiares que asumen las mujeres constituyen un peso para llegar a los niveles más altos en las organizaciones.
El fenómeno es mundial. De acuerdo con datos de 2004, en los consejos de administración de las 200 empresas más importantes europeas, la presencia de mujeres era de ocho por ciento; en Estados Unidos de 13 por ciento en los 500 mayores consorcios; sólo tres de las cien primeras firmas de ese país son dirigidas por mujeres, comentó.
A diferencia de lo que se piensa, subrayó, no es el poder político el que será su último bastión de lucha, sino el económico, por el hecho mismo del valor democrático. Los partidos políticos no las podrán mantener por mucho tiempo a distancia.
Pero al mismo tiempo, consideró, hay una transformación hipermoderna de lo femenino. Ahora pueden afirmar su identidad sin ser obsesivas o dominadas por un modelo masculino, como era todavía el caso en la época de Simone de Beauvoir, cuando las feministas no tenían hijos o se sentían mal en relación con la seducción, porque lo relacionaban con la mujer-objeto.
Ahora se observa una reconciliación con su papel tradicional. Hay un reconocimiento de la diferencia hombre-mujer, de una positividad de la feminidad, la cual ya no es vista como una enajenación, sino como un enriquecimiento de sí misma, una afirmación positiva; ya sin el imperativo de parecerse a los hombres, ni aspirar a ser como ellos, ni arrepentirse de haber nacido con su sexo, enfatizó.
No envidian ya necesariamente la vida y el lugar de los varones ni son dominadas por un modelo masculino. Hay un feminismo menos victimizado, más individualizado y que toca quizá su fondo, a la moda americana: la mujer sujeto, con la voluntad de ser ella misma, de construirse como una persona.
Pero, concluyó, la nueva autonomía de las mujeres tiene un precio, el cual muchas veces se acompaña de nuevos conflictos, desesperaciones, preocupaciones, sobrecargas de su existencia: qué hacer con su vida, cómo organizarla, cómo conciliar el papel moderno y el tradicional, trabajo y vida doméstica, eficacia y vida sentimental, ejercicio profesional y maternidad.
Tomado de: UNAM
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