Con motivo del Día Internacional de
Manos Unidas*/ Redacción (31/08/2007)
La conmemoración del Día Internacional de
En un mundo en el que la brecha que separa a los países pobres de los ricos es cada vez más grande, en el que la injusticia social y económica resulta sangrante, acabar con la pobreza y la injusticia ha de ser la principal causa de cada día. Al lado de la gran labor de algunos y de los grandilocuentes discursos de otros, diariamente se producen pequeñas historias como la de Regina y Germaine, que no por 'escasa relevancia' deben permanecer en la ignorancia.
En Senegal, en pleno Gran Dakar, se encuentra el barrio de Sam-Sam; uno de tantos otros suburbios que han ido creciendo a las afueras de las grandes urbes donde convive una población multiétnica, emigrada desde el campo.
La época de lluvias deja el barrio inundado hasta tal punto que transitar por alguna de las calles o acceder a algunos edificios se hace prácticamente imposible. Caminar sobre los sacos de arena dispuestos para tal fin puede resultar divertido en ocasiones, lo mismo que utilizar el mobiliario a modo de balsa. Pero cuando la historia se repite año tras años, por la dejadez de las autoridades, deja de ser divertida para convertirse en una pesadilla. Las aguas acumuladas atraen a los mosquitos y el calor y la humedad hacen del aire una masa irrespirable.
En ese ambiente insalubre se encuentra el Centro de Promoción Femenina Sam-Sam, en el que la hermana Regina ha puesto todas sus ilusiones y esperanzas. Su misión es conseguir dar formación a 200 jóvenes, cuyo destino no hubiera sido el que hoy en día tienen si no llega a ser por la solidaridad de esta misionera española. Se trata de chicas jóvenes de
Esa es la historia de Germaine. A sus 25 años escasos lleva ya más encima que la mayoría de las personas de su edad. Casada con tan sólo 15 años, Germaine se vio obligada a dejar la escuela y a aceptar un porvenir que, tal vez y de haber podido, ella nunca hubiera elegido. Su marido, un buen hombre mucho mayor que ella falleció al cabo de unos años dejándola viuda y con cuatro personas a su cargo: los dos hijos habidos en el matrimonio, un hijo de una unión anterior de su marido y un cuñado alcoholizado.
Quiso la suerte que Regina se cruzase en su camino. Años de formación profesional, de aprendizaje de francés y una confianza que ha sabido ganarse día a día, han colocado a Germaine de supervisora de un equipo de alumnas del centro. Sus hijos acuden a la escuela, su casa se ve limpia y cuidada y ante ella se abren las puertas de un futuro bastante más halagüeño.
La pequeña cooperativa que han montado comienza a funcionar y sus productos se venden más allá del barrio. Las jóvenes se afanan en el diseño de todo tipo de productos y la idea poder llegar a ser autosuficientes les mueve a continuar.
Doscientos son los motivos que, como el de Germaine, impulsan la solidaridad de Regina.
(*) Manos Unidas es una ONGD que trabaja para acabar con las injustas relaciones entre Norte y Sur.
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Fuente: canalsolidario.org
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