· Con un modelo matemático, resultado de 30 años de estudio, Alejandro Raga Rasmussen del ICN estudia el espacio interestelar, los vientos desatados por las estrellas y su interacción con esa región
· También puede aplicarse en otros problemas no astrofísicos, como la prevención de desastres explosivos y el desarrollo de la aeronáutica
Con un sistema de ecuaciones matemáticas, el investigador del Instituto de Ciencias Nucleares (ICN) de la UNAM, Alejandro Raga Rasmussen, ha contribuido a explicar el nacimiento, el comportamiento de las estrellas y los planetas, y el origen del universo.
El sistema, resultado de un estudio de tres décadas, ha sido citado en investigaciones astronómicas teóricas realizadas en el mundo. Hasta enero de este año, la base de datos sobre astronomía que, junto con la NASA administra la Universidad de Harvard, registró cinco mil 254 citas y 355 publicaciones del universitario.
También puede aplicarse a otros problemas no astrofísicos como la prevención de desastres y el desarrollo de la aeronáutica. “Ha servido para calcular los efectos de explosiones en plantas petroquímicas y para estimar la catástrofe en el túnel que atraviesa el Canal de La Mancha”, señaló Raga Rasmussen.
El astrofísico y sus colaboradores analizan el espacio interestelar –zona compuesta por gas ionizado (o plasma astrofísico) localizada entre los cuerpos celestes–, las corrientes desatadas por los astros y su interacción con ese medio. Sus métodos caen en el campo de la teoría de la dinámica de gases.
“Las estrellas generan vientos y explosiones que producen ondas de choque que viajan en esa región y lo comprimen. Con ello, provocan la formación de nuevas estrellas y planetas”, explicó.
Por lo general, arrojan gas ionizado y cuando son supernovas, la cantidad expedida es mayor; el fluido forma masas densas con atracción gravitacional propia que se polariza y se compacta hasta crear los nuevos cuerpos, abundó el científico.
Mira y su cauda
En noviembre de 2007, el telescopio del satélite Galaxy Evolution Explorer (Galex) de la NASA, descubrió que la estrella variable Mira (Maravillosa), también denominada Omicron Ceti, perteneciente a la constelación de la Ballena o Cetus, tiene una cauda enorme (de unos 13 años luz), parecida a la de un cometa. Su cola no había sido observada antes, porque los instrumentos con posibilidades de captar la emisión ultravioleta eran limitados.
“No obstante, el astro puede verse a simple vista cuando está en su fase resplandeciente. Mira cambia de brillo, algunas veces se ve y otras es invisible, de ahí que se le conozca también como la Miracolosa (Milagrosa)”. Se mueve a 130 kilómetros por segundo y el material de su cauda equivale a tres mil veces la masa de la Tierra, señaló Raga Rasmussen.
Hace miles de millones de años era similar al Sol y ahora se ha convertido en una estrella gigante roja creciente de baja temperatura superficial, que lanza material de sus capas externas al espacio interestelar. A esta gigante roja (Mira A), la acompaña una enana blanca (Mira B), con la que forma un sistema binario.
Atraviesa el disco de la Vía Láctea a alta velocidad y el viento que genera actúa con el medio interestelar, igual que una persona que corre y fuma a la vez, dejando tras de sí una estela de humo, ejemplificó.
Según fuentes de la NASA, la cauda de Mira ofrece la oportunidad de estudiar cómo las estrellas mueren y cómo, en última instancia, pueden sembrar un nuevo sistema solar, pues de su cola se desprende carbono, oxígeno y otros elementos necesarios para el surgimiento de vida y de nuevos astros.
“Fenómenos como la cauda de Mira son los que se intentan describir, entender y explicar con los modelos matemáticos del medio interestelar”, apuntó el investigador.
Registro de vida estelar
El elemento central del estudio de Raga Rasmussen y sus colaboradores es el gas ionizado interestelar en interacción con el viento generado por una estrella.
Ese fluido caliente emite luz que puede ser registrada por los astrónomos, pero el medio interestelar tarda en evolucionar decenas de miles de años, proceso sólo captable por el cálculo teórico que se realiza con las ecuaciones, apuntó.
Con la teoría de la dinámica de gases, acotó, se pueden explicar los fenómenos en que participan fluidos a altas velocidades. Así, al analizar los modelos de chorros variables, se pretende demostrar que el material arrojado por un astro joven es un registro de su vida.
En astrofísica, los científicos no saben a bien cuál será el rumbo que tomarán sus investigaciones. Hace ocho años fue descubierto el primer planeta extrasolar, el hallazgo fue accidental pues se observaba el movimiento de una estrella, dijo el universitario.
De su desplazamiento se dedujo que alrededor de ella orbitaba un cuerpo de la masa de Júpiter, pero a una distancia menor que el tamaño de la órbita de Mercurio. A este tipo de planetas se les ha llamado “Júpiter calientes” y hasta la fecha se han descubierto unos 300.
Los astrónomos hacen modelos matemáticos que permitan detectar planetas o entender la interacción con el viento de una estrella. “Estas ecuaciones ayudan a interpretar fenómenos, quizá a predecirlos, aunque en astrofísica se deben revisar varias veces cuando las pronósticos no concuerdan con futuras observaciones, pues el camino está lleno de sorpresas, concluyó.
Créditos de la nota: Dirección General de Comunicación Social de la Universidad Nacional Autónoma de México.
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