· La extensión territorial, los temas presupuestales y la enorme producción son los principales problemas para clasificarlos, dijo la académica del IIE, Leticia López Orozco
· A 90 años de su surgimiento, esa corriente sigue vigente, basta con que brote un movimiento social para que aparezca en paredes de centros comunitarios, de edificios públicos y de escuelas, añadió
· A la fecha, se tienen registradas entre 400 y 500 obras, con nombre del autor, fecha de realización e imagen
Se estima que un número importante de los murales que se realizaron en México entre 1920 y 1940 fueron destruidos, aunque no se tiene un registro exacto. Ante ello, académicos del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM catalogan este legado histórico y cultural.
No obstante, la extensión territorial del país, los temas presupuestales y la cantidad de murales existentes, hacen de ésta una labor difícil, señaló Leticia López Orozco, integrante del equipo de trabajo que clasifica las obras.
Este trabajo es resultado del plan El muralismo, producto de la Revolución Mexicana en América, encabezado por la investigadora emérita de esta casa de estudios, Ida Rodríguez Prampolini, y financiado por el Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la Universidad y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
Hasta el momento, mencionó la académica, el IIE tiene catalogados entre 400 y 500 murales de todas las etapas, con el nombre del creador, la fecha de realización y una imagen, pero sin un estudio detallado; la clasificación implica analizarlos y documentarlos.
El área de catalogación del muralismo mexicano cuenta con un acervo de más de siete mil imágenes de trabajo, con una base de datos de las fichas del proyecto y con una extensa bibliohemerografía de todas las épocas del movimiento.
El registro se ha dividido por etapas. En la primera, que va de 1920 a 1940, se han examinado alrededor de 190 pinturas de unos 80 artistas. “Un periodo casi concluido, aunque falta visitar Chihuahua, Tamaulipas, Chiapas, Quintana Roo y Baja California, entre otros estados”, refirió López Orozco.
Son creaciones revisadas por Ida Rodríguez, y cuyas dimensiones pueden ir desde los tres metros de largo por cinco de ancho, hasta unas monumentales o en conjunto de 15 metros o más, añadió.
La segunda (1940-1960), dijo, cuenta con 80 fichas de igual número de obras, localizadas en diversas entidades del país. No obstante, las décadas posteriores fueron más prolíficas.
La catalogación implica realizar una búsqueda del autor y su creación, quién la encargó y por qué, y el contexto antropológico, social, económico, político y cultural. Además, incluye el análisis de historiadores del arte, la revisión de fuentes directas como revistas, diarios y documentales, y el trabajo de la ficha para hacer propuestas, abundó.
El equipo de investigación es multidisciplinario y se ha conformado con historiadores del arte, historiadores, artistas visuales, restauradores, arquitectos y diseñadores, que desde su campo de estudio han enriquecido el proyecto.
Contrario a lo que opinan diversos críticos, la especialista de la UNAM desmintió que se hayan agotado los estudios referentes; hasta el momento hay pocos libros sobre el movimiento y la mayoría son tratados monográficos o parciales sobre algún pintor o alguna de sus obras.
La integrante del IIE aseguró que a 90 años de su surgimiento, el muralismo mexicano sigue vigente y basta con que brote una conmoción social, para que esta expresión artística aparezca en las paredes de centros y sitios comunitarios, en escuelas y edificios de gobierno o civiles, entre otros.
Sin caer en reduccionismos –cada pintor y proceso creativo y técnico de su obra es distinto y debe estudiarse en su propia dimensión individual, social y estética–, no se puede negar que existe cierta retórica, repetición temática y poca innovación técnica, pero en la realidad, la valía de esta manifestación plástica permanece vigente, ofrece nuevas lecturas y trata de ser un vehículo de comunicación con el espectador, opinó.
Una investigación realizada para el boletín informativo CRÓNICAS, dedicado a las influencias del muralismo mexicano en otras latitudes, arrojó que están presentes en naciones como Irán, Japón, Italia, Alemania, España, Estados Unidos, Irlanda, Argentina y Puerto Rico.
Esta corriente se está reinventando e incluso existen asociaciones en América Latina que han convocado a artistas para pintar en ciudades de la región y dejar huella en sus países.
Esta expresión colocó a México en un lugar fundamental en la historia del arte mundial e insertó a la nación en la escena internacional y en los años 30 del siglo XX, llegó a ser vanguardia, apuntó.
Casi 90 años después…
El movimiento muralista mexicano surge tras la Revolución Mexicana. José Vasconcelos, ex rector de la Universidad Nacional fundó, con la anuencia del presidente Álvaro Obregón, la Secretaría de Educación Pública. En 1921, ahí se da a la tarea de hacer un proyecto cultural que aglutinara y revalorara los principios de la identidad nacional, basados en la recuperación o reivindicación del pasado histórico y la herencia colonial.
A ello, se sumó el regreso de los artistas David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, quienes habían discutido en Europa qué era el arte, qué esperaba la nación de él, qué querían de esa expresión y los nuevos fundamentos del arte mexicano. Coincidieron con Vasconcelos y pusieron en marcha los primeros ejemplos del muralismo mexicano.
Así surgió el movimiento y, por cuestiones historiográficas, siempre se le ha dado mayor importancia a Rivera, Orozco y Siqueiros, pero se trató de una expresión en la que intervinieron artistas de calidad, y otros no tanto, refirió López Orozco, quien desde el inicio del proyecto de catalogación ha colaborado con la coordinación del seminario quincenal, que se formó en 1997 para el desarrollo de la investigación en el Instituto de Investigaciones Estéticas.
Junto a los llamados “tres grandes” trabajaron, como ayudantes, Xavier Guerrero, Fermín Revueltas, Ramón Alva de la Canal, Fernando Leal, Máximo Pacheco, Pablo O’Higgins y Jean Charlot, entre otros, que hicieron una carrera de alta calidad y lograron un lugar en la historia del arte nacional.
Créditos de la nota: Dirección General de Comunicación Social de la Universidad Nacional Autónoma de México.
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